3-El reportaje en el cambio de siglo

Llegado el nuevo siglo, el público ya estaba habituado a las imágenes más reales de la fotografía y del incipiente cine. La influencia de éste se vería reflejada en las páginas de las revistas con una tipología narrativa para los reportajes, con las imágenes presentadas a modo de secuencias; así, la anterior utilización de la fotografía mediante una imagen única quedaba atrás como un modelo anticuado de representación. También serían utilizadas secuencias de documentales para ilustrar noticias y dotarlas de movimiento y mayor viveza, por ejemplo en el caso del deporte.

La ilustración de noticias siguiendo un esquema narrativo ya había comenzado antes de fin de siglo y la seguirían tres vías de desarrollo fijo en la composición de las revistas: narrativa, cronológica y temática.

Aunque los acontecimientos políticos, la expansión colonial y los sucesivos conflictos centraban gran parte de la atención social, otros hechos sensacionalistas como los desastres naturales, humanos o técnicos, poco a poco también las informaciones dedicadas al ocio, el deporte, la cultura o las expediciones científicas, recibieron una gran cantidad de espacio. El interés por este tipo de informaciones sobre los logros en el campo de la ciencia y técnica, las inauguraciones oficiales de exposiciones y los artistas, los museos y los espectáculos teatrales dieron lugar no sólo a la aparición de nuevas publicaciones, sino también a la especialización en el tipo de informaciones. Además, la venta libre en comercios ayudó aún más a la popularización de las revistas ilustradas.

El cambio de siglo fue un momento de mutaciones, de nuevas expectativas y de un nuevo orden en el que unos países expandían sus territorios y otros veían cómo se perdía lo que antes los había convertido en grandes potencias, y las publicaciones querían reflejar ese nuevo espíritu.

Un ejemplo se encuentra en las imágenes relativas a la construcción de la Torre Eiffel, para la exposición universal de 1889, que sucesivamente publicó París Illustré. Dieciocho años después de la Primera Guerra Mundial. La secuencia de la imagen “acelerada” de la construcción de la Torre, con puntos de vista desde su base de sustentación, que abarcaba toda la exposición, era innovadora. Esta secuencia de imágenes de la construcción de la Torre y de los distintos pabellones expositivos con sus reproducciones ampliadas fue un modelo que se generalizó durante la primera década del siglo. En 1904 hacía su aparición el primer “tabloide”, denominación para las pequeñas publicaciones de pequeño formato pero con abundantes fotografías e ilustraciones, creando un nuevo tipo de competencia en busca de la inmediatez, la exclusividad y la imagen más sensacionalista.

El uso más frecuente del telégrafo y del teléfono contribuyó también a este desarrollo, haciendo posible transmitir noticias muy deprisa, llegando poco tiempo después de haberse producido un acontecimiento, aunque los que tenían gran cobertura en los medios debían, al menos, mantener una cierta duración en su protagonismo, como se ha visto durante los principales conflictos de principio de siglo: La Revolución Rusa, La Guerra de los Bóers o la Guerra Ruso-Japonesa.

En los casos de un acontecimiento imprevisto y transcendental, se seguía recurriendo a la labor de dibujante. Como podríamos señalar la muerte del papa León XIII o el arresto de Lucien Lacour, que había atentando contra la vida del presidente Aristide Briand.

Nuevos protagonistas copan las páginas en un tiempo casi instantáneo y las noticias, desde la vista de una delegación diplomática a la detención de un delincuente común, contaban con su retrato ilustrándolas. La visión de lo cotidiano comenzaba a entrar en las impresas, sentando las bases para el reportaje moderno, que llegaría tras la crisis, en todos los órdenes, que supuso la Primera Guerra Mundial.

La imagen fue poco a poco abarcando más espacio y, el 21 de enero de 1897, el Ner York Tribune publicó la primera imagen en semitonos sobre papel de periódico, y, en 1900, el Chicago Tribune asignó varias páginas enteras a un reportaje fotográfico sobre los barrios bajos de Nueva York. Los británicos no se quedaron atrás y, en 1895, el Daily Graphic comenzó a publicar textos en semitonos, y, en 1904, el Daily Mirror ilustró imágenes a diario con este procedimiento. En Francia, los principales diarios eran Le Matin, Le Jorunal y Le Petit Parisien, que en 1910 alcanzaban una venta de 3,7 millones de copias en París. El Excelsior, junto con el Daily Mirror, fueron a su vez los pioneros británicos.

El proceso de semitono se practicó en todo el mundo ya en la segunda década del siglo XX y, casi al mismo tiempo, también el diseño de las portadas centrado en una fotografía a página completa donde la palabra quedaba reducida a un amplio pie de ilustración.

El Panorama y Berliner Leben daban a sus lectores cobertura de los acontecimientos de actualidad a página completa, como las visitas estatales y los grandes acontecimientos en la capital alemana. L´Illustration, revista francesas marcaba las directrices para el resto de publicaciones en su portada de 1912, al publicar la fotografía aérea de un castillo del Loira. Los sucesos diarios ilustrados fueron gradualmente introducidos en las revistas gráficas, convirtiéndose pronto en elemento indispensable para su éxito comercial, frente a la gran competencia que comenzaba, aunque aún existían ciertos recelos por parte de los editores. Para autores como Gisèle Freund, eso se debió “a que los clichés se seguían haciendo al margen de periódico. La prensa, cuyo éxito se basa en la actualidad inmediata, no puede esperar y los propietarios de periódicos dudan en invertir grandes sumas de dinero para nuevas máquinas”.

La creación de agencias fotográficas y la figura del reportero se establecen en la última década del siglo XIX, y en las publicaciones comienza a aparecer bajo las reproducciones: “los últimos cuadros de nuestro artista especial” o “corresponsal especial” y el nombre del autor. El reportero empieza a firmar sus trabajos y comienza a ser contratado en las nuevas agencias especializadas que se fundaron a finales del siglo. En 1894 se abre la primera se abre la primera agencia profesional, Illustrated Journals Photographic Supply Company y, en 1899, la Illustrated Press Bureau, ambas en Londres. Otras que aparecieron antes de acabar el siglo son las norteamericanas Illustrated Journals y Underwood & Underwood, en 1896, y, dos años más tarde, Montauk Photo Concern, en la que trabajó la primera mujer fotorreportera, Frances Benjamin Johnston.

Formada en la Acadèmie Julian de París, como pintora y grabadora, aprendió fotografía, a la que denominó el medio más preciso. Regresó a Washington, donde abrió un estudio profesional en 1890. Aunque retrató a personajes de la alta sociedad, presidentes y figuras relevantes, su interés se centró, sin embargo, en retratar la vida de los trabajadores en las fábricas, los agricultores, los mineros de carbón o la apertura de nuevas escuelas.

Entre su interesante trabajo destaca el encargo de Hampton Institute, una escuela destinada a la educación de antiguos esclavos, para la que documentó la actividad en las aulas y la vida de los afroamericanos desde la emancipación. Algunas de estas fotografías se exhibieron en la exposición American Negro en París. Un año después, este trabajo se mostraba en la exposición Pan-American en Buffalo, y allí realizaría por casualidad su más célebre reportaje: el de los últimos momentos del presidente Willian McKinley y sus funerales, ya que había acudido a inaugurar la exposición y fue víctima de un atentado anarquista.

Las últimas fotografías de McKinley pronunciando su discurso ignaugural han sido las más utilizadas para ilustrar este momento histórico, y se vendieron numerosas postales de este acontecimiento. Durante la primera mitad del siglo XX, F.B. Johnston se dedicó a trabajar para Montauk Photo Concern, combinando tantos encargos de retratos oficiales de personajes relevantes de la época, como la documentación sobre los hogares y la vida de los norteamericanos más pudientes de Washington.

El interés por la actualidad da paso al fotógrafo-viajero: científicos, exploradores y aficionados que ven en la fotografía un instrumento para difundir sus logros y documentar sus hazañas que cada vez despertaban más interés en los medios de la época.

Como ejemplo podemos señalar la publicación de la expedición a la Antártida, bajo el título de Las aventureras de Nordenskj, que apareció en primera plana, profusamente ilustrada a lo largo de toda la campaña, fotografiada por miembros de la expedición.

Dentro de este tipo de reportajes de expediciones y lugares lejanos, destinados al público europeo y norteamericano fundamentalmente, se crea una tipología de la fotografía de viaje en función de su destino de publicación: bien fuera en álbumes especiales, bien en boletines científicos y un gran interés etnológico y antropológico, de ahí que la fotografía de tipologías de vestidos, pintados, tradiciones, ritos y modos de vida sean mayoritarias y que buena parte de estas imágenes histórica hoy se encuentre en los fondos de sociedades científicas y académicas; en cambio, los viajes y fotografías por lugares arqueológicos de Egipto, Grecia, Siria, Turquía o Tierra Santa tenían un objetivo más comercial, y de ahí el numeroso fondo de imágenes en álbumes, vistas estereoscópicas y postales, cuya producción industrial fue una auténtica revolución para el comercio fotográfico con el nuevo siglo. De hecho, la publicación de postales fue la vía de salvación para muchos fotógrafos y sus empresas en las primeras décadas del siglo XX. La divulgación de la autocroma también originaria una revolución en la impresión de imágenes.

El éxito de estas imágenes documentales radicaba en que buscaban la creación de imágenes puras, sin distorsiones, realistas, y de ahí su mayor credibilidad y objetividad e un momento en el que las publicaciones ya sabían utilizar convenientemente las imágenes para su fin informativo. Baste recordar la anécdota de Randolph Hearst, y, en el periodo de entreguerras, reportaje y propaganda se unirían bajo la mano de dictadores y estrategas políticos.


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