2.9.1- Revoluciones Rusa y Mexicana

La fotografía soviética desempeña un papel importante en los campos de la fotografía artística de entreguerras y en el uso de la imagen como propaganda e instrumento político.

La documentación en torno a la Revolución de Octubre y la posterior Guerra Civil fue muy pobre, pero sentó bases de esta intención política de la fotografía. Acontecimientos como el asalto al palacio de invierno o el fusilamiento de la familia imperial rusa no se publicaron en ningún medio de la época y las imágenes que hoy conocemos fueron tomadas de documentales, como las rodadas por Sergeri Eisenstein.

Entre los fotógrafos que retrataron los avatares de la Revolución se encontraba Piotr Otsup, que ya se había forjado en los campos de batalla durante la Guerra Ruso-Japonesa; fotografió algunos momentos concretos como los funerales de los héroes caídos durante los combates en las calles, la carga de los escuadrones de caballería, la abdicación de Nicolás II o el asalto al Palacio de Invierno, entre otros. Entre 1917 y 1922 realizaría más de sesenta reportajes sobre Lenin y la imagen del político retratado en su mesa de trabajo se distribuyeron más de tres millones de ejemplares. Colaboró, entre otras publicaciones soviéticas, en Niva, Rodina e Iskra.

Sobre la Guerra Civil, han quedado las primeras imágenes que Max Vladimovitch Alpert realizó como voluntario del ejército Rojo. Posteriormente fue reportero gráfico para Rabotchaia Gazeta o La URSS en construcción. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para las agencias Tass y Novosti.

Otro miembro de la generación de reporteros formado durante la Guerra Civil rusa fue Pavel Zhukov. Fue nombrado fotógrafo de la región militar de San Pertersburgo en octubre de 1917 y documentó gran parte de la Guerra Civil, así como retrató a los principales jefes de Ejército rojo. Tras la guerra, se dedicó al reportaje social y al retrato de los dirigentes del nuevo Estado. Durante el sitio de Leningrado, durante la Segunda Guerra Mundial, su estudio fue bombardeado y pereció, junto a gran parte de sus archivos.

La Revolución Mexicana tendría como testigo excepcional a la figura de Agustín Víctor Casasola, figura clave del reportaje moderno. De formación autodidacta, trabajó desde muy niño en empresas de tipografía y encuadernación. A partir de 1894 comenzó a trabajar como reportero de prensa, vendiendo sus imágenes a El Globo, El Popular, El Universal y El Tiempo. En el cambio de siglo, a pesar de realizar varios reportajes de interés popular en las revistas de época, su interés se inclinó también hacia temas menos positivos como la creciente pobreza en las barriadas de la ciudad de México. Las imágenes que allí realizaría tienen como referente visual las tomadas por Lewis Hine en Nueva York. En 1903 fundó la Asociación Mexicana de Periodistas y comenzó a trabajar con su hermano Miguel. En 1910 estalló la Revolución Mexicana, que pondría fin a los 34 años de gobierno de Porfirio Díaz. Toda la casta de revolucionarios pasaría por delante del objetivo de Casasola: Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Pancho Villa y Emiliano Zapata. Casasola inmortalizaría el momento de la toma de posesión de Villa, y al lado de Zapata, y también sería testigo del asesinato de ambos.

Agustín Víctor Casasola, Emiliano Zapata acribillado en la Hacienda Chimaneca, 10 de abril de 1919. Archivo Casasola.

Con su cámara retrató a los niños armados que formaban parte del ejército, los rostros de los ejecutores y de los fusilados durante las represiones, los cadáveres y también la actitud natural de la vida en las ciudades durante la Revolución.

Tras el largo conflicto, regresaría a su interés por tomar imágenes de la realidad que le rodeaba, la que siempre le había interesado, adelantándose a los que después Cartier-Bresson denominaría “instante decisivo”. Su archivo, hoy conservado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, supera los diez mil negativos.


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